Bajo el cristalino azul turquesa de las aguas del Mar Rojo existe un mundo tan silencioso como poblado y colorista.

No hace falta alejarse mucho de las playas o sumergirse a grandes profundidades para ver bandadas de peces de muchas formas y tamaños y de vivaces colores amarillos, rosas, verdes, violetas o naranjas.

Los peces no pareces asustarse por la presencia de los buceadores; se limitan a esquivarlos y siguen con lo suyo, que, si no fuera por esporádicos mordisquitos aquí o allá, diríase que es el ballet, el mero placer de deslizarse sin rumbo y sin violencia en torno a los arrecifes de coral.

Estos arrecifes, con decenas de especies de corales y de las algas con las que se asocian simbióticamente, constituyen un jardín submarino de una belleza indescriptible, verdaderamente surrealista y fantasmagórica.

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